Ella piensa que estoy probando una lente…
Ella piensa que estoy probando una lente… pero realmente es una excusa para verla a través de la cámara y poder guardar para siempre lo que mis ojos y mi corazón ven. Quiero guardarlo de otra manera que no sea sólo dentro de mi ser, poder mirarlas cuando, como ahora, la siento lejos.
A veces el ser fotógrafo puede parecernos una maldición; cuando frente a nosotros la luz y la magia se alían y querríamos congelar lo que nuestras pupilas observan. Nos entra un extraño ansia pero debemos dejar pasar esos momentos, permitir que se los lleve el viento y el tiempo.
Esas son creo mis mejores fotos, las que no hago, al menos con la cámara. ¡Cuántas veces eso sucede frente a mí! Al comienzo me perturbaba, me provocaba malestar y la implacable sensación de impotencia. Ahora he aprendido, quizás he madurado y sé que el ser fotógrafo es una manera de ser y en nada depende de si llevo encima o no una cámara. Mis ojos son mis lentes, mi corazón un sensor de alta sensibilidad. Mis párpados se adaptan tanto a la luz como a la magia que surge o desaparece.
Y tomo estas fotografías, con esa excusa, para tenerla y, como ahora, sentirla cerca. La fotografía es aliada de la melancolía. Una imagen guarda tanto, encierra tanto que si ha capturado la magia ésta brota y salta de ella hacia nuestro pecho cada vez que la contemplamos. Si esto le sucede a terceros cuando ven fotografías de otros imaginen cuando la hiciste tú mismo. Todo es un arrollador tren de emociones.
Por eso soy fotógrafo, porque deseo ver la vida con los ojos que buscan la belleza y la magia; las cuales, por cierto, van siempre de la mano. La luz cálida de estas fotografías es la que da calor a mi corazón en este frío día en el norte, lejos de casa, lejos de los que amo, lejos de ella. Cada imagen es un puente que se tiende al consuelo y me hace esbozar una sonrisa. No necesitaba probar nada, sólo quizás si era capaz de plasmar en una fotografía lo que mi corazón sentía… ella pensaba que estaba probando una lente.