Feliz cumpleaños mi amor
No nos reconocemos con el paso del tiempo, y eso es bueno. Se suman velas a la tarta de cumpleaños y lo que al comienzo nos hace ilusión más tarde provoca incertidumbre. Al menos envejecemos tan lento que seguimos en gran parte sintiéndonos pequeños encerrados en el cuerpo de un mutante a adulto que sigue aferrándose a ver la vida como un niño.
Eso amo de ti, mi niña, que como toda persona sabia sabes unir los dos mundos. Somos pues dos niños que juegan al desconcertante y apasionante misterio de la vida. Los dos hemos reconocido que si no fuera desconcertante no podría ser apasionante, que sin misterio no tendría gracia seguir leyendo a novela, seguir dando el necesario paso.
Ahora te pasa como a mí, que nos miramos al espejo y tras los cambios se agazapa el niño que siempre fuimos y siempre seremos, ese que no tiene miedo de enfrentarse a nada, el que grita que dejemos de darle vueltas a las cosas y no nos las tomemos tan a pecho.
Es una de las lecciones últimamente aprendidas, no tomarnos nada como personal. Evolucionamos, y eso significa cambiar, adaptarnos y descubrir lo mejor de nosotros y de los demás con cada cosa que cambia. Siempre mirando con el corazón, queriendo hallar la pepita de oro entre el fango del río, el diamante escondido en toneladas de dura roca.
Es la oscuridad la que permite que brillen en su escondite, un rayito de esperanza el que se entreve cuando se mira abandonando los miedos. Y en ello consiste amar, porque cada miembro de la pareja camina en solitario, de la mano, pero en solitario.
Es su corazón particular el que bombea la sangre necesaria para dar esos pasos y, por mucho amor que haya, un corazón no puede bombear la sangre para dos. Si lo hace, también perece, aprendiendo la lección de que somos seres independientes que tomamos la hermosa decisión de unirnos a otros, pero sin olvidar quienes somos ni por qué lo hacemos.
Solos podemos aprender muchas cosas pero solo en pareja se logran entender algunas lecciones necesarias. Tener la responsabilidad de criar otros pequeños es otra, como también lo es aprender a vivir en una sociedad y entender el peso que de nuestros actos se refleja en ella, aunque creamos que no logramos nada.
Tú me has enseñado mucho, seguramente sin darte cuenta siquiera, solo con tu amor profundo y desinteresado. Quizás incluso buscabas encontrarte en mis pupilas y que eso cierre muchos ciclos, como al hallarme yo en las tuyas. Eso es el amor, ¿verdad? Ser espejos unos de los otros para conocernos mejor, para interiorizar, para llegar a lo esencial. Tú incluso me has bautizado con el agua limpia y clara de una nueva vida. El agua fría que despierta lo más profundo que aún duerma y te conecta con la fuente, nuestro más verdadero, íntimo y deseado anhelo.
Te amo, incondicionalmente, con todo lo que ello significa, y te doy gracias cada día, ahora y siempre, con todo lo que ello significa.